lunes, 24 de marzo de 2008

¿Educadores? No seamos insensatos

¿Educadores? No seamos insensatos

Estoy revuelto hoy por un mensaje que he leído en la red social internetaula.ning.com en la que se sostiene que los docentes somos educadores ante todo. Más tarde veo el Título de dicha red que reza así “Comunidades de educadores que comparten experiencia..”

Mi aversión a recibir este término, evidentemente no es nueva, pero como digo, la lectura de dichos textos me ha animado a escribir estas líneas, y lo hago aquí porque preveo que tendrá una extensión que no lo hace recomendable para un foro.

Me parece, sin ánimo de ofender, una auténtica majadería que se nos adjudique “el puesto”, “la función”, “la responsabilidad” de ser los educadores de nuestros alumnos.

Es necesario decir que mi óptica es la de un profesor de enseñanzas secundarias (nótese la definición “enseñanzas” y no “educaciones” secundarias...), más concretamente soy profesor técnico de formación profesional, pero como el término se emplea de forma indiscriminada a todos los docentes me doy por aludido, y aunque soy consciente de que la peculiaridad del alumnado al que imparto clases, creo que mi visión puede ser compartida por un amplio sector de la comunidad docente, que no educadora, en la que vivo.

Hace unos días repasaba una web de técnicas de estudio, y una de las sabias recomendaciones que en ella se dan es que hay que afrontar objetivos que estén al alcance de uno. Pues bien, hay quien considera que los profesionales de la docencia debemos asumir el objetivo de educar a nuestros alumnos. Hay quien considera que un profesor de Física y Química, que imparte 2 horas de docencia a la semana a determinado grupo, debe ser capaz de educar a uno de treinta o treinta y tantos alumnos a los que ve dos veces en semana, en unos módulos de menos de una hora cada uno, y en los que tiene que afrontar además las obligaciones de enseñar unos determinados conocimientos. ¿Y no les parece a ustedes increíble que pueda haber alguien que sea capaz de educar a uno sólo de esos treinta y tantos? Yo, si conozco a alguien así soy capaz de levantarle un monumento.

Pues nada, ese profesor que tiene en su horario de este año a un total de 183 alumnos los va a educar a todos...

Seamos sensatos, por favor...

Decía la compañera que me ha revuelto el ánimo que ella es el centro de 27 pares de ojos cada día. Esto denota que debe ser maestra de primaria, porque no creo que haya un profesor o maestro en secundaria que se crea capaz de ser el centro de atención de nuestros adolescentes, salvo que durante unos días se vistan con ropas estrafalarias... o se pongan a bailar el chikichiki en las clases.

¿Que nosotros estamos ahí, y que somos UNA de las referencias que tiene el alumno? por supuesto.
¿Que un sector del alumnado nos puede tomar PARA CIERTAS COSAS como un referente? por supuesto.

Pero humildemente, estoy seguro que el programador de Antena 3 que elige la emisión de ChinChan (o como se llame) en horario infantil, tiene más influencia en la educación de los niños que cualquiera de los profesionales de la enseñanza, y nadie comete la insensatez de llamarle educador.

Yo sí soy educador, soy educador de mi hija. Soy el responsable de escoger el tipo de educación, de elegir el tiempo que paso con ella, de elegir los valores que le voy a inculcar, de escoger el tiempo y los programas que va a ver en la televisión (la gran educadora de nuestros días) y procuro modular las influencias que “otros educadores” como puedan ser sus docentes, sus amiguitos del recreo, sus amiguitos del parque, sus familiares, etc, etc puedan influir en ella cuando yo considere que esas influencias chocan con los valores que yo creo que son importantes para mi hija.

Paso mucho tiempo con mi hija de cuatro años y medio, y todos los días le pregunto cómo le ha ido en el cole. ¿creen ustedes que me habla mucho de su “señorita Rocío”, pues no, casi siempre me habla de sus amigas Alba y Macarena, y de “sus novios” (¡hay que joderse!) Iván y Sergio. ¡pobrecita de la “señorita Rocío” si se cree educadora de mi hija! jeje, entre otras cosas porque le podría imputar estar educándola en la bigamia.

Bromas aparte, influencia sí, a veces muy poderosa, también estoy de acuerdo, pero de ahí a educador va un trecho que no es, ni razonable ni conveniente recorrer, por lo que detallaré más adelante.

Seguro que la “señorita Rocío” influye más en mi hija que el profesor de Física y Química que tiene a su cargo 180 alumnos repartidos en 6 grupos, no lo dudo, pero no le imputaré a ella que mi hija el otro día le diera por ponerse en cuclillas y enseñar el pompis. No, ya sabía que la “señorita Rocío” no era la responsable de ese comportamiento antes de que mi hija me contara que se lo había visto hacer a Iván (¡Ay, Iván, como te pille!) :)

Hasta ahora he puesto diversos ejemplos que pueden verlo desde ópticas distintas a la mía, pero voy ahora a mi caso particular. Este curso doy clase a un Grado Medio, tengo 25 alumnos matriculados, la mayoría de ellos tienen entre 17 y 18 años, pero hay tres que sobrepasan los 22, y dos alumnas que son madres y tienen, respectivamente 27 y 44 años.

Convendrán ustedes que la ley de nuestro “sistema educativo” los pone a todos en la misma posición ante mí, y que mi posición ante ellos es también la misma para todos. Convendrán ustedes que todos ellos tienen las mismas obligaciones y los mismos derechos, y que mi obligación de enseñar es por igual a todos.

¿Enseñar, escribí enseñar? ¿y qué tal si cambiamos el verbo por educar? A ver, compongamos la frase: mi obligación de educar es por igual a todos... o sea, que tengo que educar a los que tienen 17, y tengo que educar a la que tiene 44 años y dos hijas... ¿ven ustedes el desatino, ven como no tiene ni pies ni cabeza?

Yo paso con mis alumnos 6 horas, la alumna madre pasa con ellos 30. ¿quién puede ejercer más influencia en el resto de los alumnos de la clase? Por favor, seamos sensatos.

No, yo no puedo plantearme sensatamente como objetivo educar en 6 horas semanales a mi alumna de 44, ni a la de 27 (también con dos hijas), ni siquiera a los de 17, yo puedo asumir un objetivo RAZONABLE, algo al alcance de mi mano, EDUCAR A MI HIJA, una sola persona, a la que dedico muchas más de 6 horas CADA DÍA.

Ni es sensato, ni es conveniente que seamos llamados “educadores”, porque esto ha llevado a la sociedad el falso mensaje de que debe recaer sobre nuestros hombros dicha responsabilidad, y muchos padres se han sentido eximidos de la suya. Sí, los que deciden cuánta y qué televisión ven sus hijos, los que deciden si sus hijos ayudan en las labores de casa, los que escogen sus colegios, los que deciden cuánto duermen y qué comen, los que le dicen a los Reyes Magos si van a recibir la videoconsola, esos no son llamados educadores, ellos son padres, la educación es cosa de los educadores que están con ellos 30 horas de las 168 que tiene la semana.

Acabo ya esta parrafada, pero antes quiero hacer constar que, aunque detesto que se me llame educador y consideraría una insensatez marcarme como objetivo educar a mis alumnos, no le resto importancia a la influencia que puedo llegar a ejercer sobre algunos de ellos, e imparto mi docencia siempre teniéndolo muy en cuenta.

Yo también creo que hay que desterrar la actitud de ver al alumno como sólo un individuo que sumisamente debe seguir mis clases. Creo que hay que desarrollar nuestra empatía hacia ellos, que debemos amoldarnos en la medida de lo posible a sus circunstancias, y también creo que hay que ir por el camino del constructivismo en la enseñanza.

Pero en la enseñanza, compañeros, en la educación que decidan sus padres.

Un saludo y gracias por aguantar este tostón. :)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pues sí, un auténtico tostón.
Por alusiones, majadero lo será usted, sin ánimo de ofender, igualmente :-P
Educar no es imposible para nadie, salvo que no sepa hacerlo, en cuyo caso, maleduca, pero nadie está en un estrado cinco horas diarias y deja indiferente a los 27 pares de ojos que le miran. Yo lo sé, porque lo llevo viendo desde los dos años y recuerdo a casi todos mis maestros y maestras, especialmente a la primera y al mejor. Los hubo que no me dejaron huella, por mediocres. Y tengo dos hijos, de 15 y 17, que cada día me dan el parte de guerra, me cuentan lo bien o lo mal que lo hacen sus profesores, cómo disfruta en la clase de historia donde su profesor es claramente de izquierdas y lo pregona... ¿será eso educar o usted lo llamaría adoctrinar?, les enjuician, les copian, les disfrutan y, en mayor grado, lamentablemente, les sufren y les soportan porque no les queda otra. Aprenden a vivir en la selva de la vida observando los pájaros, cargando el iPod, escuchándome a mí, a su padre y a sus educadores enseñantes profesionales de la cosa, que créame, no les dejan indiferentes.
Para educar a un niño, a una niña, hace falta todo un pueblo, espero que su hija tenga más sitios donde mirar que sólo al sabio de su padre, que parece encontrarse en la absoluta posesión de la verdad, que algún día pueda comparar y elegir libremente, porque nadie, los padres y las madres a veces menos, tiene la verdad de todo. Y no, yo no haría su parte ni aunque me pagaran. Yo hago la mía.
Yo educo a mi alumnado cuando les llevo al cine, cuando hablamos de sexo, cuando les enseño a respetar el turno de palabra, cuando me paso el libro de texto y la normativa por el forro, y cuando se me escapa un improperio.
Porque mi alumnado no tiene 44 años, ni 22, ni siquiera 17, la comparación es absurda. Pues claro que soy de Primaria, como que soy Maestra, de las de toda la vida, pero 2.0, es decir, muy mejorada.
No infravalore a la "señorita Rocío", nunca se sabe, porque le enseña a dialogar en grupo, a comer la merienda, a compartir materiales, a no ofender, a respetar la diferencia, a crear, a pintar libremente, a reconocer las primeras letras, a construir su conocimiento... eso, señor mío, no es instruir, es ayudar a construir la personalidad, la integridad, la vida.
Se puede hacer mucho bien y mucho daño, de ahí que la cosa tenga poca gracia, desde mi humildísimo punto de vista de maestra de Primaria.